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P.D. Te quiero.


Dejaste de ser un pájaro que vuela de rama en rama
por ser parte de mi árbol.
Dejaste de ser una abeja
que se alimenta en cada flor
por encontrar su mejor apetito en la más hermosa del mundo.

Acertaste de lleno
como una nota redonda en un compás cuatro por cuatro
como la bailarina de ballet en el cascanueces
como hizo Mozart en su última obra,
que siendo una composición inacabada, es de las más maravillosas que se ha escuchado.

Llegaste a mi corazón,
Cupido dio de lleno.
No le tembló el pulso.

Pensaste que Cupido se equivocaría,
que su flecha sería como aquel avión que cambia de rumbo en el último segundo
como aquel barco que no llega a su puerto
como aquella botella sin mensaje que no llega a destinatario.

Pero no.
Cupido dio de lleno.
El avión aterrizó en mi corazón,
no buscó ningún otro aeropuerto como aterrizaje de emergencia.
El barco siempre llevó buen rumbo,
llegó a mi puerto
y la mujer del pescador le espero con rosas y con ojos llorosos
desbordando alguna que otra lágrima que provocaría la ola más alta de aquel mar
donde el joven surfista todavía vuela sobre ella.
Y sí,
la botella llegó y el mensaje se transmitió a su receptor.

Y yo aquí estoy,
escribiendo una respuesta a la pequeña abeja y aquel aventurero pájaro
tirando de vuelta la botella en el río de mi ciudad.
Aquel río que juró ser caudaloso
y ahora solo lleva mensajes sin destinario.

P.D.: Yo también te quiero. Te quiero con locura.


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