Desde que vivo a millones de abrazos de ti volver a casa es siempre triunfo y rutina, pura supervivencia. Desde que tus abrazos están a 8 horas de avión y tus besos, a eternas esperas de aeropuerto siento más, pero también lloro más. Desde entonces mis lágrimas provocan mil mares en los que yo nadaría incansablemente para regalarte mis sueños. No hay caballo que galope más ni preciosa sirena que nade más ni lobo que aúlle más ni estrella que brille más ni sol que ilumine más que mis ganas de tenerte cerca sentirte abrazarte acariciarte mirarte tocarte. Supero las ganas que había en aquel balcón de la casa Capuleto en una ciudad llamada Verona. Pero tú no eres Romeo ni yo soy Julieta. Pero escalaría ese y millones de balcones más para decirte lentamente las ocho letras de un t e q u i e r o