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Mostrando entradas de junio, 2018

Te juro. Te quiero.

Jugando a la pata coja nos hemos caído saltando partes importantes de nuestras vidas como el haber apostado por nosotros. Me he desgarrado la piel por darte mi alma y no encuentro una sola noche en el que la luna me susurre tus sueños. Me voy a ir de esta maldita ciudad voy a ocultarme en montañas hacerme amiga de vikingos y jugar con elfos. Voy a poner de bandera la prenda que dejaste olvidada en mi cama voy a poner de ancla tu corazón y voy a tripular guiándome por tu mirada. Te juro que volveré con la batalla ganada y escribiré mi victoria sobre tu espalda arañaré tus dudas con mis manos llenas de heridas reviviré mis cicatrices para acordarme de por quién lucho y por quién alzo la bandera de mi vida. Voy a trepar montañas regalarte las estrellas retarle a la luna ganarle al destino. Voy a darte calor con un abrazo mientras despierto tus ganas con un beso que te llegue al alma y te abrace en un intenso escalofrío de sentimientos.

Voy a tener que...

Voy a tener que dar una patada a mis monstruos. Siempre apareciendo sin previo aviso. Dispuesto a quedarse sobre mis hombros y a bailar sobre mi cabeza.  Voy a dejar de meterme entre las sabanas para huir. Voy a dejar de pedirle a la luna que vigile mis noches más solitarias mientras el lobo le aúlla.  Voy a tener que darle una patada muy fuerte para impedir que siga jodiendo mis noches. Que mis noches sólo me las quita mi último desliz o mis aullidos nocturnos al amor de mi vida.  Voy a tener que mandarle tan lejos para que deje de congelar nuestras risas o joder nuestras sonrisas.  Tengo tangas ganas de que se vaya para poder beber mi próxima cerveza  y poder reír a carcajadas con ellas mientras le guiño un ojo a mi dulce corazón.  Corazón cansado también de tu no-bienvenida presencia.  Y que sí bastantes ratos me ha robado siempre devorándome el aliento acelerando mi respiración (como si respirar tranquila hoy en día fuera gratis). Y como aquellos que dicen a palabras neci

Y vuelta.

Y vuelta a las sigilosas despedidas. Sales corriendo, a escondidas. Y yo me levanto jugando a la pata coja saltando entre cada una de las prendas que dejas en el suelo tras tu última huida formando un camino y no precisamente de rosas. Me consumo como tu último cigarrillo (ese que nunca es último, sino penúltimo). Mi voz se rompe como el último acorde de piano que tocaste que pretendía ser una dulce y romántica melodía y lo convertiste en un réquiem. El cielo está completamente negro y yo vuelvo a ponerme la vestimenta de duelo (para llorar tu pérdida y celebrar mi victoria.) He dejado plantado a mi corazón en un altar lleno de espinas abandonado por las rosas escupido por Cupido formando ríos que desembocan al mar negro en el que se refugia mi cordura. Y vuelta a empezar a las sigilosas despedidas. A los mensajes sin darle al botón de enviar. A las dudas en mi cabeza y al trabajo de mi memoria en recordar qué (coño) ha pasado esta vez. Vuelta a los baños de espuma con mir